Una parte de todo engaño es la
de “formación de impresiones” o “manejo de impresiones“, al proporcionar
información dirigida a crear una imagen socialmente adecuada de nosotros
mismos. La mentira cumple no sólo la función de ocultar la verdad, sino también
la de dar impresión favorable ante los otros, dando seguridad y protección, y evitando
la vergüenza pública y valoración negativa de los demás.
La ambigüedad es una
característica del lenguaje, que no debe considerarse negativa, ya que
proporciona matices y riqueza a la comunicación humana. Además, el lenguaje
describe así mejor la realidad y se acerca más a ella, ya que muchos
acontecimientos, sociales y privados, como nuestras emociones o los
sentimientos que acompañan a un encuentro con una persona querida u odiada, no
pueden describirse sin matices.
Existen dos tipos de mentiras.
o
Ocultación, escondiendo o callando un hecho u
opinión.
Según
la psicología de la mentira, el mentiroso engaña suprimiendo la verdad a través
de silencios, descripciones vagas o muy generales, evasión de preguntas,
emoción fingida, ira o indignación. También es ocultación revelar la verdad a
medias sin exponer elementos clave de la
información que, siendo verdadera, esquiva el asunto, desvía la atención
o provoca una interpretación errónea de los hechos.
o
Falsificación o creación de una historia.
En la
psicología de la mentira hablamos de falsificación que consiste en la
presentación de información falsa o en la invención de una historia falsa para
confundir o engañar. El mentiroso proporciona datos, detalles o explicaciones
como si fueran ciertos. Necesita para ello poseer buena memoria, anticipación y
no perder la compostura. Si la mentira no consigue su objetivo de engañar a los
demás debe volver a la falsificación, inventando más cosas, o admitir parte o
toda la verdad. El descubrimiento es inadmisible para los engañados e
inaceptable para el mentiroso ya que no tiene escapatoria.
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